“Despelote”, el videojuego creado por los ecuatorianos Julián Cordero y Sebastián Valbuena, se ha convertido en una de las obras más originales del año. Ambientado en el Quito del 2001, el juego propone al jugador controlar a un niño de 8 años que recorre su barrio pateando una pelota, mientras escucha los sonidos, diálogos y emociones de una ciudad marcada por la crisis económica, la dolarización y el fervor por la clasificación de Ecuador al Mundial de 2002.

Lo que empezó como un proyecto universitario de Cordero en Nueva York se transformó, con siete años de trabajo, en un juego publicado por la distribuidora internacional Panic. Con una estética visual retro y nostálgica, “Despelote” evita los clichés: no hay partidos ni goles por marcar, sino una experiencia contemplativa y emocional. Su narrativa avanza entre conversaciones espontáneas, referencias culturales locales y partidos históricos, hasta llegar a un cierre sutil que evoca el paso de la infancia a la adolescencia.

“Queríamos hacer un juego sobre fútbol, no de fútbol”, explican los autores. En lugar de competir, el jugador observa y se conecta. La voz narradora de Cordero guía la experiencia, enriquecida con temas como el cine ecuatoriano, la vida barrial o el famoso gol de Iván Kaviedes que selló la clasificación a Corea-Japón 2002.

La obra, fiel al idioma español y a su contexto local, ha ganado reconocimiento precisamente por su autenticidad. “Despelote” demuestra que es posible contar historias universales desde el sur global, usando el fútbol como puente para hablar de memoria, identidad y pertenencia.
Fuente: Unity Technologies