El 10 de agosto de 1809 no fue un día cualquiera: fue el instante que encendió la llama de la libertad en el Ecuador, el primer grito que desafió siglos de dominación colonial y sembró la semilla de un sueño revolucionario. Lo que ocurrió aquel día fue el resultado de años de conspiraciones ocultas, luchas intelectuales y tensiones sociales que estallaron en un momento decisivo para la historia del continente. Esta nota recorre los hechos, los protagonistas valientes, la represión brutal y los sacrificios que marcaron el inicio de la independencia.
Una chispa en medio del vacío de poder
La invasión napoleónica a España en 1808 y la captura de la familia real española crearon un vacío de legitimidad que sacudió tanto a la península como a sus colonias americanas. En este contexto, surgieron juntas de gobierno en España y un intenso debate sobre la autoridad legítima en América. Este vacío fue el detonante que activó sentimientos y fuerzas locales: criollos ilustrados, descontento por las reformas borbónicas, crisis económica y el ejemplo de otras revoluciones. Quito no fue la excepción.
Movimientos previos: la conspiración que precedió el grito
En diciembre de 1808, un grupo de notables encabezados por Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, se reunió en la Hacienda Chillo en lo que la historia conoce como el Complot de Navidad. Lejos de ser una celebración, fue un plan político estratégico que buscaba impulsar la creación de una junta local capaz de asumir el gobierno en medio de la incertidumbre que vivía el imperio español.
Meses después, entre febrero y mayo de 1809, abogados, militares y sacerdotes —como Juan de Dios Morales y el capitán Juan Salinas— retomaron las conspiraciones, aunque parte de sus planes fueron descubiertos y reprimidos. La formación de la Junta Central en España y la ausencia efectiva del rey brindaron a los quiteños una “cobertura legal” para proclamar su autonomía en nombre del monarca.
La noche decisiva: la casa de Manuela Cañizares

La madrugada del 10 de agosto de 1809 fue el momento clave que encendió la llama de la independencia en Quito. En la residencia de Manuela Cañizares, una mujer influyente y respetada en la sociedad quiteña, se reunieron varios patriotas comprometidos con la causa independentista. Manuela no solo prestó su casa como refugio para el encuentro, sino que también fue una ferviente impulsora del movimiento, motivando a los conspiradores a actuar sin demora ante la incertidumbre política generada por la crisis en España.
Según relatos históricos y testimonios recogidos por cronistas de la época, Manuela Cañizares dirigió palabras de aliento y firmeza a los asistentes, instándolos a superar el miedo y tomar acción inmediata. Se le atribuye la frase:
“¡Cobardes… hombres nacidos para la servidumbre! ¿De qué tenéis miedo? ¡No hay tiempo que perder!”
Esta reunión fue fundamental para definir la estrategia política que culminaría al amanecer con la destitución del presidente de la Real Audiencia de Quito y la proclamación de la Junta Soberana. El papel de Manuela Cañizares ha sido reconocido por historiadores y expertos como emblemático, destacándola como “el alma” y una figura femenina central en el Primer Grito de Independencia del Ecuador, en un contexto dominado mayoritariamente por hombres.
El 10 de agosto: instalación de la Junta Soberana
A primeras horas del 10 de agosto de 1809, los conspiradores llevaron a cabo el plan decidido la noche anterior. Presentaron un oficio formal al presidente de la Real Audiencia de Quito, una institución colonial que ejercía el poder judicial y administrativo en la región, anunciando su destitución. En su lugar, declararon la creación de una Junta Soberana de Gobierno en nombre del rey Fernando VII, quien en ese momento estaba prisionero de Napoleón en Francia.
Esta fórmula jurídica fue estratégica, ya que muchas juntas americanas y europeas utilizaban la figura de la soberanía en nombre del monarca legítimo para justificar la autonomía sin declarar una ruptura total con España. De esta manera, se buscaba evitar la acusación de traición directa y ganar legitimidad popular y política.
La Junta Soberana fue presidida por Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, un político y aristócrata criollo con formación ilustrada, que representaba a la élite quiteña que impulsaba el cambio. José Cuero y Caicedo, obispo de Quito, actuó como vicepresidente, lo que otorgaba respaldo eclesiástico al movimiento. Entre los miembros destacados de la junta estuvieron también Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea, figuras influyentes en la política y sociedad local.
En los días siguientes, la Junta se consolidó reuniéndose en la Sala Capitular de San Agustín, donde formalizó sus actos y organizó la administración autónoma. Su instalación fue un hito histórico: la primera expresión formal de autogobierno en el territorio que hoy es Ecuador, y la semilla del proceso independentista que, años después, sería irreversible.
La represión y la masacre del 2 de agosto de 1810

Sin embargo, la Junta nació vulnerable. La ausencia de un respaldo militar sólido y la férrea oposición de las autoridades realistas provocaron una rápida escalada de tensiones. El gobernador Manuel Ruiz Urriés de Castilla, representante de la Corona española, emprendió una ofensiva para restablecer el control en Quito y sofocar el movimiento autonomista.
La represión no se limitó a arrestos y juicios; pronto derivó en violencia abierta. El 2 de agosto de 1810, la ciudad de Quito fue escenario de una violenta revuelta conocida como la masacre o motín del 2 de agosto. Este enfrentamiento se originó cuando un grupo de simpatizantes de la independencia intentó liberar a presos patriotas detenidos por las autoridades realistas en el Cuartel Real.
El motín desembocó en intensos combates entre las fuerzas realistas y los insurgentes, lo que resultó en una gran cantidad de muertos y heridos. Las fuentes históricas estiman que alrededor de 200 personas murieron durante estos sucesos, incluyendo tanto civiles como combatientes de ambos bandos. Entre las víctimas fatales se contaron 32 líderes patriotas, quienes fueron ejecutados tras ser capturados o en medio de la violencia.
Este episodio sangriento marcó uno de los momentos más oscuros en la lucha inicial por la independencia del Ecuador y evidenció la brutalidad con la que las autoridades coloniales respondieron a los primeros intentos de autonomía.
La masacre del 2 de agosto tuvo profundas consecuencias políticas y sociales: generó miedo y desánimo entre muchos sectores, pero también fortaleció el sentimiento independentista en otros, que vieron en el sacrificio de estos mártires un llamado a continuar la lucha.
Héroes y mártires de la independencia
Diversas fuentes históricas y registros parroquiales identifican a figuras claves que perdieron la vida en la represión, entre ellos:
- José Ríofrío, cura de Pintag
- Juan de Dios Morales, jurista
- Manuel Rodríguez de Quiroga, jurista
- Francisco Javier Ascázubi
- Juan Larrea, comerciante y funcionario
- Antonio de la Peña
- Nicolás Aguilera
- Manuel Cajías
- Joaquín Villacrés
- José González
- Carlos Betancour
- Vicente Melo
Sin embargo, se cree que estas listas no son completas y que las cifras pueden variar debido a registros fragmentarios y la pérdida de documentos.
Memoria histórica: libros parroquiales y registros de patriotas
En Quito se conservan libros parroquiales que registran defunciones de patriotas y entierros en iglesias como San Francisco, San Agustín y El Sagrario. Estos documentos han sido consultados por historiadores para reconstruir la magnitud de la represión y mantener viva la memoria social del proceso independentista.
Línea de tiempo de un proceso irreversible
- 1808: Invasión napoleónica a España; creación de juntas en la península; llegada de noticias a América.
- 25 de diciembre de 1808: Complot de Navidad en Hacienda Chillo.
- Febrero – mayo de 1809: Reuniones conspirativas en Quito; arrestos y denuncias.
- 9–10 de agosto de 1809: Reunión en casa de Manuela Cañizares y establecimiento de la Junta Soberana.
- Agosto – diciembre de 1809: Recuperación del control por las autoridades realistas y persecución de patriotas.
- 2 de agosto de 1810: Masacre y motín con decenas de muertos y ejecución de líderes patriotas.
- 24 de mayo de 1822: Batalla de Pichincha; independencia efectiva y consolidación en la Gran Colombia.
El Primer Grito de Independencia del Ecuador fue mucho más que un acto simbólico; fue el punto de partida de un proceso histórico marcado por el valor, la conspiración y el sacrificio. Las vidas que se perdieron, las ideas que se gestaron en casas como la de Manuela Cañizares, y las huellas documentales que aún permanecen en los libros parroquiales, son testimonios vivos de un pueblo que luchó por su libertad y soberanía. Comprender estos hechos nos permite valorar profundamente la independencia y el legado de quienes forjaron la identidad ecuatoriana.