Cuando la voz abre caminos: arte, activismo y esperanza para las mujeres

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En el marco del Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre, ECURAÍCES presenta una conversación con Jessenia Bravo, cantante y activista que combina arte, acompañamiento institucional y trabajo comunitario. Su historia personal, marcada por experiencias de violencia, se ha convertido en un puente para acompañar, visibilizar y fortalecer a otras mujeres que buscan salir de ciclos dolorosos.



ENTREVISTA

1. Noviembre es un mes de reflexión sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres. ¿Qué representa para ti esta fecha y cómo influye en tu labor como activista?

Noviembre es un tiempo de profunda reflexión, memoria y acción. Es un mes en el que volvemos a mirar de frente una realidad que duele, pero también reconocemos la fuerza y resiliencia de tantas mujeres que se levantan y transforman su dolor en lucha.

Como sobreviviente, este mes simboliza mi renacer: la certeza de que es posible reconstruirse, sanar y convertir una historia dura en una voz de esperanza. Haber sobrevivido me impulsa a acompañar a quienes aún buscan salir del círculo de la violencia y a visibilizar que romper el silencio sí es posible.

Vivo este mes con responsabilidad y esperanza. Responsabilidad porque cada palabra y cada acción pueden marcar una diferencia; esperanza porque cada día somos más quienes tejemos redes y apostamos por una sociedad más justa y equitativa. Noviembre es un recordatorio de que el cambio empieza con la empatía, la educación y la acción colectiva.


2. Colaboras con la Policía Nacional y con el CEPAM. ¿Cómo se complementan ambas labores en tu día a día?

Mi experiencia me ha enseñado que la transformación real ocurre cuando instituciones y organizaciones sociales trabajan unidas. Cada una cumple un rol esencial.

El CEPAM Guayaquil ofrece atención especializada y acompañamiento integral a sobrevivientes desde lo legal, lo psicológico y lo social, proceso que yo misma he vivido.

El DEVIF Zona 8 de la Policía Nacional, por su parte, brinda protección inmediata y respuesta operativa.

En mi día a día, ambos enfoques —el humano y el institucional— se entrelazan para construir rutas de apoyo donde la justicia y la empatía devuelven esperanza y dignidad a las víctimas


3. Desde tu experiencia, ¿qué avances se han logrado en la atención a las víctimas y qué aspectos crees que aún requieren mayor compromiso institucional y social?

Existen avances: procesos que llegan a condena y atenciones más ágiles en las denuncias. Pero el sistema judicial sigue siendo el mayor desafío. Persisten trabas, prejuicios y falta de empatía que desgastan emocionalmente a las víctimas, al punto de que la violencia deja de ser solo física y se vuelve judicial.

Por eso seguimos alzando la voz: la justicia debe ser más humana, más ágil y más sensible.


4. También eres cantante. ¿De qué manera la música te ha ayudado a transmitir tu mensaje y conectar con otras mujeres?

La música ha sido mi herramienta de expresión y empoderamiento. A través de ella conecto con mujeres que reconocen en mi voz parte de sus propias historias. Saben que, además de cantante, soy madre, hija, amiga y sobreviviente.

La música abre puertas a la sensibilidad, genera confianza y permite hablar de lo que duele. Ha sido un canal para dar voz a quienes aún no pueden hacerlo y para recordar que juntas podemos transformar el dolor en esperanza.


5. ¿Consideras que el arte ha sido también un espacio para reconstruirte y reencontrarte contigo misma?

Sí. El arte fue el camino que me permitió reencontrarme, sanar y transformar el dolor en fuerza. A través del canto pude contar mi historia sin miedo y acompañar a otras mujeres en su proceso.

El arte me devolvió la voz que sentí apagada y hoy la uso con responsabilidad, sensibilidad y la intención de inspirar.


6. En distintas oportunidades has compartido que tu activismo nace de tu propia historia personal. ¿Cómo lograste transformar una experiencia tan dolorosa en una fuerza que hoy te impulsa a acompañar a otras mujeres?

Mi activismo nace del dolor, pero también de la decisión consciente de no quedarme ahí. Viví violencia física, psicológica e incluso intentos de femicidio; aún enfrento la violencia vicaria, esa que lastima a través de los hijos. Sé cómo se siente estar atrapada y cómo lo viven los niños.

Sanar me permitió mirar con empatía y comprender desde la experiencia. Ese proceso se transformó en la fuerza con la que hoy acompaño y lucho por la justicia y la protección de otras mujeres. Mi pasado ya no me define como víctima, sino como una mujer que se levantó y alza la voz por quienes aún no pueden hacerlo.


7. ¿Cuál ha sido el mayor desafío que has enfrentado en tu labor institucional?

El mayor desafío ha sido seguir adelante con mis propios procesos judiciales mientras acompaño a otras mujeres. Entre prejuicios y obstáculos, es fácil perder la fe, pero he tenido que sostenerme con fuerza y convicción, pensando en mis hijas y en todas las mujeres que viven situaciones similares.

Incluso en los momentos más difíciles recuerdo que mi voz puede demostrar que un camino distinto sí es posible.


8. Has comentado que no te defines como feminista, sino como defensora de los derechos de las mujeres. ¿Podrías explicar esa diferencia?

Mi lucha nace desde la empatía y la experiencia, no desde una etiqueta. Defiendo el derecho de cada mujer a vivir con dignidad, justicia y libertad.

Mi trabajo se guía por valores como la sororidad, la resiliencia y el amor. Creo firmemente que el cambio comienza cuando nos unimos para sanar y construir una sociedad más humana para todas.


9. Estás próxima a publicar un libro que aborda la violencia contra las mujeres. ¿Qué te llevó a escribirlo?

El libro nació de mi necesidad de sanar y dejar un testimonio. Es una forma de decirles a las mujeres que sí es posible salir adelante. Escribir me permitió liberar emociones, comprender procesos y convertir mi historia en una herramienta de acompañamiento.

Es mi manera de recordarles: no están solas; siempre existe una salida.


10. En uno de los fragmentos del libro escribes: “Vivo con la cicatriz de una violencia que no deja marcas visibles, pero que arde todos los días…”. ¿Qué significa para ti esa frase?

Habla de la violencia psicológica, esa que no deja golpes pero desgasta el alma: el miedo constante, la culpa impuesta, la alerta interna que nunca se apaga. Representa la etapa en la que aprendí a vivir con una herida invisible que, aun así, me recordó que sobreviví y que tenía la fuerza para reconstruirme.


11. ¿Qué papel ha tenido la escritura en tu proceso de sanación y en tu camino hacia el activismo?

Escribir me permitió aceptar mi historia. Aceptar no es rendirse, es mirar la herida de frente y decidir que no te va a definir. Poner en palabras lo vivido me llevó a comprender, y esa comprensión se transformó en cambio.

Cuando descubrí que mi testimonio podía ayudar a otras mujeres entendí que mi voz también podía ser refugio y camino.


12. ¿Qué mensaje te gustaría enviar a las mujeres que hoy viven situaciones de violencia?

No están solas. Merecen una vida sin miedo, con respeto y con paz. Hablar es un acto de valentía. Cada paso, por pequeño que sea, rompe el silencio que sostiene la violencia.

Cuando una mujer se levanta, muchas otras encuentran la fuerza para hacerlo. Tenemos derecho a una vida distinta, y ese derecho no puede ser arrebatado.


13. Finalmente, ¿qué cambios sueñas ver en nuestra sociedad para que las nuevas generaciones crezcan libres de miedo y llenas de oportunidades?

Sueño con niñas que conozcan su valor antes que su miedo y con niños educados en el respeto. Imagino comunidades que ofrezcan oportunidades sin discriminación y hogares donde el amor no duela.

Anhelo un sistema judicial más coherente, empático y orientado a proteger. Sueño con una sociedad capaz de cuidar, abrazar y transformar.


En un contexto donde diversas organizaciones e instituciones trabajan por entornos más seguros y humanos, la historia de Jessenia refleja el poder del arte, la palabra y la empatía como herramientas de acompañamiento. Su testimonio invita a la reflexión, al diálogo y a la esperanza.


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